Quisiera la fe del anciano Simeón
fotografía por: Alí Villarroel
Quisiera tener la certeza y descanso del anciano Simeón, aquel hombre justo que esperaba en fe la promesa de restauración de Israel. Imagino que se encontraba en un día ordinario en el templo haciendo lo que le tocaba y llegaron San José y nuestra madre María a presentar al niño, lo tomó en sus brazos y alabó a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, tu promesa está cumplida:
puedes dejar que tu siervo muera en paz.
Porque ya he visto la salvación
que has comenzado a realizar
a la vista de todos los pueblos,
la luz que alumbrará a las naciones
y que será la gloria de tu pueblo Israel.»
Lc 22 29-32
¡Qué confianza!, ¡Qué descanso! proclamar aquellas palabras, supongo que ver al Salvador niño en persona ayudó.
Quisiera en verdad tener esa misma paz, lamentablemente aun no llego a ese punto. Ante la latente inseguridad que vivimos mi corazón se desconcierta y me es difícil decir “Señor ya estoy lista”. Pienso primero en mis hijos mi esposo y mi familia extensa, y mis…. la lista puede seguir. ¡Claro! como es de esperarse siempre pensando en alguien o algo más para justificar o tratar de convencerme de que aún no es mi momento. Si cambio esos pensamientos por las siguientes preguntas, ¿Y si el Señor me llama hoy? ¿Estaré lista? ¿Estoy libre de culpa? ¿Podré descansar en paz?, ya se imaginarán mis respuestas que solo de pensarlas me invade el miedo, pero, ¿que no se supone que yo también he visto al Salvador?, quizá no como Simeón, pero como cristiana sé que lo he visto y experimentado de muchas maneras y entonces mi fe, ¿Por qué no se compara con la de Él? En estas situaciones creo que me parezco más a Pedro cuando saltó de la barca caminó unos cuantos pasos, pero llegó el viento y cayó al agua. Qué se sentirá que el Señor te diga ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?, podría pasarme lo mismo justo ahora.
Creo que debo meditar más en el poder de Dios que, aunque esté en medio del estallido, si es su santa voluntad seguiré viva para contarlo, pero si por el contrario su voluntad es otra, creo que mi tarea primordial es prepararme para tener la paz que merece mi alma. El alma es sabia y busca incansablemente volver a su verdadero hogar, volver a Dios, volver a su creador.
Aún me falta esa confianza y paz característica de los santos, ellos sabían que el mal es fuerte pero nuestro Dios es el poder mismo que prevalece por la eternidad, y en eso ponían toda su confianza.
Medito las palabras del salmista y quiera Dios que resuenen en mi corazón para que en días turbios como hoy en confianza pueda decir “Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor me haces vivir confiado”Sal 4 8, Amén
ARGIE MELERO
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